Juguemos en el Bosque

Última noche del campamento anual de la corporación antes de volver a los brazos de la monotonía matrimonial. 

Recientemente habían contratado a un alto y fornido hombre, cuyo aroma animal impregnaba el aire de androsterona haciendo palpitar mi vulva cada vez que nos encontrábamos. 


Me senté junto a él en la fogata, brindamos juntos, compartimos cigarros y confesiones obscenas. 

A mitad de la noche, mi compañero recorrió con su mirada los alrededores, sólo quedaba un viejo trabajador dormido en su silla, perdido en alcohol. 


Caminamos en complicidad en dirección opuesta a las cabañas, cuando ya toda lámpara quedaba oculta tras los arbustos, él bajó mi short y mis bragas, quedándose en cuclillas, entregándose a lamer mi ya humedecida intimidad. 


Me devoraba con delicioso apetito bestial, mantenía una de sus manos separando mis labios exteriores mientras la otra agitaba a tempo estable su miembro, llegué al éxtasis con facilidad. 


Se levantó y me tomó de los hombros poniéndome de rodillas, abrí mi boca obedientemente y me sostuvo la cabeza con ambas manos para eyacular en mi garganta. 


Volvimos al sendero, el compañero continuaba inconsciente en su silla, nos despedimos. 

De regreso a casa, rogué a mi esposo me llevara al bosque. 


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